La patente, entre el tecnicismo y el marketing

Patente entre tecnicismo y marketing

La patente es en España una de las asignaturas pendientes en el ámbito de la innovación tecnológica. No existe una conciencia entre las entidades de I+D por la propiedad industrial y la protección de una idea. Estamos lejos de los datos que registran los países europeos y aún nos queda mucho camino por recorrer en ese aspecto. Los factores como el coste de gestión y el tiempo que transcurre, desde que se inicia el registro hasta su obtención, son razones de peso para muchos inventores que no encuentran utilidad a la hora de patentar.

Como así lo explica la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) existe un procedimiento estricto a la hora de solicitar una patente: presentación de la documentación; fecha de presentación y examen previo; búsqueda; publicación; examen de fondo; decisión sobre la concesión de la patente; validación; oposición y recurso. Pasos que demoran y retrasan la salida al mercado y por tanto, el negocio.

Centrándonos, en el primer punto, en el de la presentación de la documentación. Hay pautas sobre cómo redactar la solicitud de patentes y profesionales especializados en la redacción y tramitación de las solicitudes de patente, los Agentes de la Propiedad Industrial. No es recomendable hacerlo uno mismo y pedirle consejos a un especialista que pueda encaminar con acierto la solicitud sin que se pierda en los vericuetos del tecnicismo.

Doble finalidad del informe de patente

Pero, y ¿si nos planteásemos la redacción de la solicitud de patente con un doble fin? Protección de la idea y comercialización del producto. El documento en sí puede contener el informe técnico detallado de la innovación y también albergar datos enfocados al  marketing. Para ello hay que tener en cuenta toda la información que debe contener la memoria descriptiva del producto o el procedimiento y ajustarse a este doble objetivo.

Enfocándonos en el ámbito del marketing, la solicitud de patente debe demostrar que la invención responde a una necesidad del mercado. Y responder a las preguntas de los inversores, de nuestro público potencial: cuáles son los problemas que resolvemos con la invención, cuáles son las ventajas que ofrece esta tecnología y cuál es la propuesta de valor frente a la competencia.

En sí no es fácil plantearse la patente como un informe entre lo técnico y el marketing, a tenor de que existe un periodo de tiempo -alrededor de los 18 meses-  desde la presentación hasta la publicación donde la patente está “parada” y no se puede comercializar.

Pero no hay que olvidar que patentar tiene la gran ventaja de que cuenta con la exclusividad de tu producto en el mercado, una ventaja competitiva de 20 años y un mayor retorno de la inversión.

La innovación tecnológica, más allá de la patente

Probablemente uno de los grandes errores que, en general, se comete cuando se hacen desarrollos tecnológicos es no pensar en ellos como productos o servicios. Más allá de la patente, de los informes técnicos, de los artículos científicos,… Hay que tener claro desde el principio, cuando se tiene la idea, que esta tecnología tiene un fin y es el de incorporarla al mercado. Por lo tanto, es necesario plantearse cuestiones que quizás los tecnólogos e investigadores no han tenido en cuenta cuando desarrollan o investigan pero que son esenciales. Cuestiones tales como: cuáles son las barreras, cuál es nuestro nicho de mercado, qué soluciones vamos a darle a nuestro cliente, qué ventajas y desventajas tiene nuestro producto o proceso,… Es decir, desarrollar una estrategia de marketing.

No nos garantizamos con ello ni la venta inmediata ni tener a los inversores detrás de la puerta para comprar nuestra innovación, pero si nos anticipamos a aspectos relevantes de la comercialización que después vamos a tener que llevar a cabo.